sábado, 15 de diciembre de 2012

Bajando estrellas

Resulta que este hombre suspiraba día y noche por la mujer dueña de sus sueños y descansos, solía mirarla disimuladamente cuando se cruzaban en el mercado, la saludaba sonriendo tratando de expresar todo lo que sentía y esperando que algún día ella lo decifrara, pero ¿qué lo detenía?  lo que detiene a todo hombre: el miedo a un NO; preferiría seguir suspirando a perder el placer de admirarla.

Luego de un día largo y difícil, camino a su casa la encontró sola contemplando el cielo, era una noche despejada, cubierta de estrellas y con una luna plena que iluminaba todo el lugar, él se acerco y decidió sobrepasar la barrera del saludo; hablaron, rieron, compartieron, se encontraron el uno al otro, se maravilló con su alegría y su luz, todo era casi perfecto... pero ella tenía otro plan, quería tener la magia de esa noche en su cajón, así que le pidió a este hombre una tarea algo complicada: quería una estrella, una de las miles de millones que adornaban sus noches, quería que este hombre (que le había mostrado su pleno y sincero interés) bajara una y se la regalara, todo porque lo había encontrado "único y especial". Él no se hizo menos y aceptó el reto, le aseguró que al final de la noche tendría su anhelada estrella.

Corrió a su casa y comenzó a buscar la escalera más grande que tenía, la colocó sobre el techo pero aún no alcanzaba el cielo, comenzó entonces a buscar muebles, cajas, sillas y las comenzó a colocar una sobre otra, luego de sacar todo lo que tenía en su casa y colocarlo en el techo, decidió comenzar a edificar una torre que le permitiera llegar al cielo, una idea algo loca, pero valía la pena. Entre tanta conmoción, sus vecinos lo miraban preguntándose ¿qué le ocurría?, pero era tal la decisión de este hombre que uno a uno comenzaron a colaborarle, en muy poco tiempo la torre sobre el techo de su casa era tan alta que acariciaba la luz de esas estrellas. Este enamorado tomó una red que tenía y subió tan rápido como pudo, al llegar a lo más alto se quedó inmovil con tal espectáculo, podría saludar a la luna si quisiera, pero no había tiempo; tomó su red y la lanzó, con ella atrapó unas pequeñas estrellas que de seguro convencerían a la mujer de sus sueños.

Al bajar, tomó un saco y lo llenó con las estrellas que había obtenido, corrió más rápido de lo que algún día se imaginó pudiera hacerlo, con cada pasó se imaginaba el millón de sonrisas que lograría obtener de dicha mujer, pero al llegar a la entrada de su casa la encontró con el idiota colorido del pueblo, el que trabajaba en divagar y conformarse, el que se disfrazaba de aves porque era muy cobarde para volar... él, con algo de confusión y un dolor a punto de estallar, se preguntó cómo ocurrió eso que veía, ella simplemente respondió que le pareció gracioso cómo la conquistó con una caja de cigarrillos y una cerveza, cosas que compró en la tienda cerca a su casa. Este hombre se destrozó y mientras eso sucedía observaba cómo ya no habían sonrisas ni luces en ella, observaba cómo ya había olvidado la magia de una noche y la había reemplazado por la dureza de un discurso... se dió la vuelta y antes de partir recordó entonces lo que tenía en sus manos: un saco lleno de estrellas; corrió y se lo entregó.

Ella lo recibió sin emociones ni gratitudes pero si con la incomodidad de que su idiota colorido del pueblo pensara algo bien de ella, así que le dió las llaves de la entrada y le dijo que guardara ese saco en el desván. Con tristeza este hombre fué hasta la entrada, ingresó, buscó el desván y al abrirlo ¡OH SORPRESA! encontró todas las sonrisas que diariamente él le regalaba al saludarla, estaban dentro de una caja que decía "cosas que recojo en la calle"; con mucho dolor este hombre colocó el saco lleno de estrellas junto a la caja, tomó un lazo que encontró y ató ambas cosas, tomó una hoja y escribió: "recuerdo del que me regaló la noche" y lo pegó en el saco, cerró el desván y se fué. Esta mujer jamás revisó el desván y su idiota colorido del pueblo la convirtió en una triste colorida del pueblo, el enamorado decidió subir todas las noches a su torre improvisada y charlar con la luna un rato.

MORALEJA: Hombres, Aún cuando construyamos torres, inspiremos a otros, bajemos la noche y acariciemos la luna por una mujer que lo pida, es muy probable que ella nos cambie por un idiota colorido que divaga, se conforma y se coloca alas postizas. Mujeres, si se quejan del desamor cuando la caja de cigarrillos y la cerveza se acaben, deberían revisar su desván, seguramente encontrarán una caja llena de sonrisas y un saco lleno de estrellas de alguien que, hasta conversando con la luna, no deja de suspirarlas. Pásenla bien y no me odien CHAo

 
 
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